INICIOS
Las raíces de Sabaté -inicialmente Reproducciones Sabaté– se remontan al inicio de la multiplicación de talleres industriales de fotografía durante el primer cuarto de siglo XX en la ciudad de Barcelona, en particular de aquellos dedicados también a la publicidad fotográfica destinada al cine.
Sabaté es el vivo ejemplo de la ramificación de usos y prácticas comerciales que vivió la fotografía a partir de la consecución de la instantaneidad, concretamente con su expansión e interacción con nuevos territorios como el sector cinematográfico.
Ya durante el franquismo, la estructura familiar-empresarial de Sabaté reflejaba el peso de una economía autosuficiente y de los referentes de la industria fotográfica del período. Todo ello gracias a una labor con un cariz artesanal y de pocas personas que en la década de 1970 empieza a tomar una nueva dirección debido a la mengua de encargos de la industria cinematográfica.
Pero a partir de aquí ya empieza otra historia, la de Sabaté como referente y pionero de la impresión digital de gran formato.
El nombre original de la empresa se identifica, como es costumbre, con el del fundador del negocio.
De este modo, I. Sabaté, referencia que se encuentra en los primeros documentos de la década de 1920, son la inicial y el apellido del fundador Isidoro Sabaté Escardó, nacido en Tortosa en 1879 y que antes de dedicarse al ámbito de la fotografía se dedicó al judicial: primero como actuario y a partir de 1907 como suplente en el nombramiento de jueces y fiscales municipales para Tortosa.
Seguramente ejerciendo la abogacía, por esas fechas Isidoro Sabaté conoció a la que sería su esposa, María López-Sallaberry Moreno, hija del abogado Ricardo López-Sallaberry, con la que contrajo matrimonio en 1908 y tuvo su primer hijo, Ricardo Sabaté López, en marzo de 1911.
Es con toda probabilidad en este año – o en un breve margen de tiempo posterior- cuando la familia Sabaté se traslada a Barcelona, donde nace su hija Antonia en verano de 1914.
Según testimonios familiares, Isidoro Sabaté era muy aficionado a la fotografía así que, en un nuevo escenario como Barcelona, aparcó su carrera como abogado y saltó de una profesión a otra en un momento particularmente fructífero respecto a los negocios de fotografía en la ciudad condal.
Isidoro Sabaté Escardó
Son diversas les referencias que sitúan los inicios de Sabaté como negocio alrededor de 1928. En mayo de ese año, por ejemplo, consta el registro de una patente suya de un “soporte para positivas fotográficas” que va seguido del anuncio en la guía comercial Anuario Riera de 1929 en el que aparece Isidoro Sabaté como fotógrafo ubicado en el número 33 de la calle Lincoln. Una dirección que también aparece en otro anuncio bajo el título de “Fotógrafo industrial”.
Se sabe a ciencia cierta que en el momento de arrancar el negocio lo hace enfocado en la publicidad cinematográfica, ya que se anuncia igualmente en las páginas de La cinematografía en España 1929 en el epígrafe “Propaganda cinematográfica (ampliaciones) y artículos fotográficos”. Un apartado en el que constan estudios fotográficos como el de Santiago Costa, Narcís Cuyàs o J. Portabella. Este último, una de las competencias históricas de Sabaté.
Como sucede en el inicio de cualquier nueva práctica, los servicios de reproducción y publicidad cinematográfica provienen de ramificaciones diversas, vinculadas en la mayoría de ocasiones con el tejido comercial ya existente en el sector fotográfico. Por este motivo, en la década de 1910, los primeros agentes dedicados a la reproducción fotográfica son fotógrafos de estudio, fotógrafos pictorialistas, talleres de fotografía industrial y fotograbado, así como tiendas de venta de material y artículos de fotografía.
El hecho de que en 1929 Isidoro Sabaté ya conste en la relación de negocios del ramo cinematográfico que colaboran en los premios de la Carrera Ciclista Cinematográfica que tuvo lugar ese verano en Barcelona, da lugar a creer que por aquel entonces ya era un empresario relativamente consolidado en el sector.
Desde entonces y de manera progresiva, Reproducciones Sabaté se convertiría en una empresa de referencia gracias, entre otros motivos, a su publicidad iluminada. Esta se anunciaba en la década de 1930 para proyectarse mediante carteleras luminosas bajo el reclamo de aumentar los ingresos en taquilla. Una muestra de ello son anuncios publicados en 1935, justo antes de estallar la Guerra Civil, en los que se podía leer:
«Señor empresario ¿Conoce V. las carteleras luminosas “SABATE” para
Diafilms Opalinas? / Véalas en los locales de más postín de España / La publicidad
más moderna y más eficaz / Lincoln 33 (…)»
Sabaté ha tenido 5 propietarios: Isidoro Sabaté Escardó (☨1947), Ricardo Sabaté López (☨1978), Magencio Díaz y, los actuales Ana y César Díaz.
Magencio Díaz empezó como antiguo aprendiz de los laboratorios y, tras toda una vida vinculada a la empresa, la adquirió en la década de 1970 para luego pasar a manos de sus hijos Ana Díaz y César Díaz en la década de los 2000.
Así, de manera tradicional, las dimensiones y el carácter de Sabaté se han basado en la unidad familiar y el complemento de unos pocos trabajadores, a la vez que de unos métodos de producción principalmente artesanos y autónomos hasta la revolución que supuso la impresión digital.
Gracias precisamente a Magencio Díaz podemos describir con detalle la estructura de la empresa y su funcionamiento desde la década de 1940 hasta la actualidad. Es decir, desde el periodo en que Sabaté pasó de la Calle Lincoln número 33 de Gracia a una torre de grandes dimensiones de la Bonanova en la década de 1940 -concretamente en la Calle Herraiz, actualmente Lázaro Cárdenas- para volver al cabo de unos años de nuevo al barrio de Gracia (Calle Vic, 20) y ubicarse finalmente en 2014 en unas modernas instalaciones situadas en Gran Via Sur.
Aunque hoy en día Sabaté es conocida por la fabricación de todo tipo de soportes mediante la impresión digital de gran formato, entre 1940 y 1970 la principal actividad de la empresa fue la realización de copias fotográficas iluminadas para la cartelera cinematográfica. Productoras norteamericanas y españolas encargaban a Sabaté reproducciones encartonadas para cada escena que, previamente, había sido retratada mediante el conocido como foto fija.
Fachada de las instalaciones de Sabaté en 1940 en calle Herráiz número 3, hoy Lázaro Cárdenas, de Barcelona.
En el caso de la industria estadounidense, por ejemplo, la Fox entregaba a Sabaté positivos fotográficos ya retocados y preparados para su reproducción. En cambio, las productoras y distribuidoras españolas como Cifesa, Selecciones Capitolio o Cire Films, enviaban los negativos.
En ambos casos, las imágenes habían pasado antes la censura franquista y en contadas ocasiones Sabaté tenía que hacer retoques. A continuación, se preparaban copias de 30x40cm siguiendo numerosas tareas de laboratorio como el lavado para la eliminación del sulfito, la rebaja de los negros de la imagen, un baño con sulfuro de sosa y otro con ácido acético. Seguidamente las fotografías se planchaban y se entregaban a los pintores que las iluminaban. Precisamente, las copias se hacían en papel mate o satinado y en color sepia para facilitar esta tarea que, en algunos casos, también realizaban los trabajadores de Sabaté para obtener un sobresueldo. La última fase consistía en mandarlas a encartonar y en la entrega al productor de 40 copias de cada escena.
Hasta entrada la década de 1960, en el taller se preparaban los productos químicos y se construían a menudo sus propias prensas y ampliadoras. Utilizaban todo su ingenio y lo que tenían a mano. Un buen ejemplo de ello era el método para producir fondos cuando la industria cinematográfica empezó a solicitarlos. Estas fotografías de grandes dimensiones se utilizaban como fondo escenográfico en los estudios de filmación para sustituir a los clásicos fondos pintados. Para prepararlos, en Sabaté trabajaban en el jardín, en noches de poca luna. El garaje de la torre se convertía en una cámara oscura para poder producir fotografías que llegaban hasta los 5 metros.
¿Y cuáles eran los recursos humanos? La plantilla de Sabaté estaba formada por Isidoro y Ricardo Sabaté y las mujeres de la casa, Maria López y Antonia Sabaté López, que llevaban el área económica junto con el tío Luís Sabaté Escardó. Posteriormente se añadió el marido de Antonia, Juan de Mentaberry, que ejerció las funciones de relaciones públicas y de encargado de visitar a los clientes, aprovechando su pasado como periodista y el conocimiento que tenía del mundo del cine de los años 1940-1950. Complementaban el equipo un pequeño número de trabajadores entre los cuales se encontraba el mismo Magencio Díaz, que pasó por todas las fases: aprendiz, empleado y, finalmente, propietario.
A excepción de Semana Santa, siguiendo las disposiciones franquistas, Reproducciones Sabaté no cesaba nunca su actividad, ya que tampoco lo hacía la industria cinematográfica. Las vacaciones eran opcionales y, debido a la paupérrima economía del primer franquismo, era habitual preferir trabajar y obtener un sueldo extraordinario de 60 pesetas.
Los testimonios de la familia Mentaberry Sabaté y de Magencio Díaz describen una actividad frenética en el taller, con encargos que acababan entrada la noche y tal y como rememora Díaz, volviendo a
casa, de manera inevitable, con toda la ropa manchada de con agua marrón de cintura para abajo.
Finalmente, en la década de 1970 el negocio de las reproducciones para carteles cinematográficos empezó su declive a la vez que las mujeres de la familia desaparecían, primero Antonia, la hermana (☨1973), y poco después Maria, la madre (☨1974).
Ricardo Sabaté no había tenido descendencia con Neus Codina, su mujer, y sus sobrinos Carlos e Isidoro Mentaberry Sabaté habían emprendido carreras alejadas de la empresa familiar.
De este modo, el negocio se traspasó al empleado más unido a este, que era Magencio Díaz, dirección bajo la que Sabaté cambió las carteleras cinematográficas por la reproducción de fotografías de gran formato.
Actualmente Sabaté sigue apostando por la innovación, como hizo desde sus inicios. ¿Qué ha cambiado? 75 años de experiencia, 1600 m2 de superficie y un equipo multidisciplinar y altamente cualificado investigando la vanguardia tecnológica para seguir mejorando día a día. Sin embargo, Sabaté sigue siendo aquella empresa familiar que mantiene la misma ilusión y el mismo objetivo que en 1940: prestar un servicio con la máxima calidad.
A día de hoy concentramos toda la actividad productiva, de diseño, oficinas y showroom en un mismo espacio polivalente que facilita, más si cabe, la comunicación interdepartamental, cosa que repercute positivamente en cada proyecto. Somos más accesibles (geográficamente hablando), más organizados y más optimistas, ya que ahora contamos con más superficie para seguir creciendo.
SHOWROOM
En nuestro showroom puedes ver y tocar todos nuestros materiales y soportes. Exponemos ejemplos de muchos de nuestros trabajos para que veas por qué es mejor este vinilo y no aquél otro, o si una fotografía en gran formato luce mejor en acabado brillante o mate.
El showroom es una visita imprescindible para que el cliente observe los resultados y participe así activamente en la elección de productos.
Es un espacio dinámico ya que su contenido cambia constantemente según los materiales que vamos adquiriendo y, a su vez, ejerce de escaparate de nuestros proyectos de interiorismo: paredes, suelo y techo, mobiliario…
PARQUE DE MÁQUINAS
Entre nuestra amplia gama de maquinaria disponemos de las impresoras más punteras del mercado. Merece la pena destacar la HP Latex 3000 por su rapidez (hasta 180m2 por hora), su sostenibilidad ambiental (gracias a la tecnologia látex) y su versatilidad, pudiendo imprimir sobre soportes de hasta 3,2 metros de ancho con una gran calidad y durabilidad.
Por otro lado, también tenemos en nuestro haber la única impresora de inyección de tintas UV diseñada especificamente para imprimir sobre cartón ondulado. Se trata de la Durst Rho 750, que además tiene la capacidad de utilizar tinta blanca. Es Ideal para la fabricación de displays y elementos de publicidad en el lugar de venta con unos resultados de gran calidad y en plazos cortos, debido a sus reducidos tiempos de carga.