La tarjeta de visita, esa pieza de 5,5 x 9 centímetros de cartulina que contiene tu propio nombre y la forma de conectarse contigo.
Pese a vivir en la era de lo intangible y lo virtual, las business card son y han sido las precursoras de las presentaciones de negocios hasta a día de hoy. Es muy significativo que el gesto de entregar ese trozo de cartón pueda condicionar que un negocio o trato tire hacia adelante o no. Por eso existen empresas que se han dedicado, durante décadas, únicamente a diseñar e imprimir tarjetas de visita. Muchas de estas, además, complementan la identidad y la personalización con la gama completa de papelería corporativa.
Pero, ¿Cómo debe ser una tarjeta personal?
En ella debe constar nuestro nombre, el nombre de la empresa, la dirección, información de contacto ( teléfono y correo electrónico), la dirección de la página web, el título o puesto de trabajo y una pequeña descripción del negocio.
Obviamente, que tu tarjeta tenga todos estos elementos no garantiza su éxito ya que tampoco todos son imprescindibles, dependerá de tu tipo de negocio y de cómo quieres que sea la primera impresión que tengan los demás de ti y aquí, tratándose de un elemento visual, es donde interviene el diseño.
Actualmente se intenta transmitir más que mera información a la hora de diseñar una tarjeta de visita y se le dan mucha importancia a aspectos tales como el tacto y la consistencia, ya que estos pueden llevar a una segunda mirada sobre el objeto cuando está en manos del que lo recibe. Además si la calidad de los materiales es baja, la tarjeta podría tener una apariencia deslucida al estar tiempo en la cartera, por ejemplo, y provocar que ofrezcamos una mala imagen cuando menos nos interesa.
Es importante, también, que no haya una saturación visual, que la tipografía y el tamaño de la fuente sean los adecuados para una fácil comprensión del contenido.
En definitiva, un equilibrio entre forma y fondo dirigido a como nos queremos mostrar en el mundo de los negocios.